Llegado el invierno, un labrador encontró una víbora
helada de frío. Apiadado de ella, la recogió y la guardó
en su pecho. Reanimada por el calor, la víbora, recobró
sus sentidos y mató a su bienhechor, el cual, sintiéndose
morir, exclamó:
«-¡Bien me lo merezco por haberme compadecido de un
ser malvado!»
No te confíes del malvado, creyendo que haciéndole
un favor vas a cambiarle su naturaleza.
helada de frío. Apiadado de ella, la recogió y la guardó
en su pecho. Reanimada por el calor, la víbora, recobró
sus sentidos y mató a su bienhechor, el cual, sintiéndose
morir, exclamó:
«-¡Bien me lo merezco por haberme compadecido de un
ser malvado!»
No te confíes del malvado, creyendo que haciéndole
un favor vas a cambiarle su naturaleza.
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